Canción Española

13.11.2021 – 11

cinta negra, pelo negroo…

como el de aquella morena

que con achares y ceelos

dejó sin sangre mis venaas…

Sombrero, hay mi sombrerooo

Cómo me mola la tía, de verdad. Cuando patrullamos se pone a cantar a su aire; es una pasada. Pero no quiero que se me note: ella es mi jefa, y yo el conductor del zeta.

Seguro que se ha dado cuenta de mis pelos de la nuca, erizados, o con el cuello todo colorao. No lo puedo disimular.

No te puedo querer, apártate de mi pensamientoo…

La tía canta por lo bajini y yo me derrito. Remarca con un movimiento de mano cada estrofa, alargándose como en un suspiro. Me flipa, te lo prometo.

Que mala suerte la mía

Haber tropezao contiigo…

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Notaba que le gustaba, por el rubor. O porque se ensimismaba al ponerme a cantar. Porque, yo cuando patrullo canto, ¿sabe?. Me gusta. Y canto bonito; eso sí, muy quedito, apenas se me oye. Pero me hice la loca. Al fin y al cabo; yo era la cabo y él un chaval. No me iba a complicar la vida.

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Paramos a hacer un 403 sin complicaciones; un ruso que ha resbalado en la calle. Hablo con él y le busco un taxi. La cabo me mira. Cuando subimos al coche me dice con voz ronca que lleve el zeta a la pérgola del parque; que no sabía que hablases ruso, chaval -me aborda, inquieta-.

-– bueno, mi mamá vino de Rusia, con los niños de Moscú, -casi me disculpo-; parece insegura y le tiembla el labio.
–- Anda, tradúceme las coplas, ¿vale? -me pide-; –- ¿cómo?, -le pregunto, extrañado-; -– ¡en ruso¡, -me contesta cortante-, ¡que voy toda mojada, cabrón!

Me mira risueña, y se pone a cantar y a acariciarme los pelillos de la nuca:

      tengo que hacer un rosario, con las cuentas de marfil, para que pueda besarlo, cuando esté lejos de ti…

Yo le replico desde el borde del abismo:

Я должен сделать чётки, с зубами из слоновой кости, Чтобы иметь возможность целовать его, Когда я вдали от тебя…

Y los dos nos resbalamos por él.

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Fundidos en un abrazo, el monovolumen es una coctelera. Tumbados en la trasera, con el aire acondicionado a tope, bajada la ventanilla para sacar la pierna… aquella carcasa ardía. Fue entonces cuando, todo excitado, el muchacho me espetó.

–– aprisa, pásame tu táser…

Se la pasé –yo ya estaba con espasmos- y él la reguló al mínimo.

–– ponme los electrodos en la nuca y dispara.

Estalló, y caímos estremecidos entre convulsiones.

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Lo hicimos así en nuestros encuentros. Él se enervaba, se volvía loco y me volvía loca a mí. No he conocido un amor igual…

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Aquella vez NO fue como las otras.

Convulsos, bañados en sudor, el chaval respondía dentro de mi cuerpo a las coplas. Yo bramaba enloquecida pero el condenado seguía y seguía… tenso como un arco. Con el deseo intacto, excitado, arrogante, me sentía provocada; o así me pareció. Me revolví, saqué la táser de la funda y le disparé en la nuca.

Pero no era la táser, era la Beretta.

–– ¿entonces?, –preguntó el comisario– ¿cómo llegó la Beretta ahí?