Oña

17.04.22 – clase

Las expectativas eran grandes; íbamos a visitar el Monasterio de San Salvador. Marisa se exaltó: 
–– ¡Por Dios, desde el año mil!, ¿os lo imagináis…? Es un conjunto extraordinario: guarda restos de la historia de Castilla y Navarra, y a tope de obras de arte… ¡una maravilla!

En pleno corazón de las merindades burgalesas, el monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), fue fundado en el año 1011 por el conde de Castilla, Sancho García. Su jurisdicción se extendía por Burgos, Cantabria y el valle del Pisuerga. Fray Ponce de León en el siglo XVI instauró allí la primera escuela de sordomudos del mundo; y en la granja del monasterio se aplicaban innovaciones hidráulicas y botánicas…
La grandiosa iglesia y el claustro se levantaron en estilo románico y gótico. Además, en el panteón Real reposan, entre otros, los restos de Sancho II El Fuerte, o los del Rey de Pamplona, Sancho III…

Llegamos el domingo por la mañana y el movimiento por el pueblo era escaso. Preguntamos en el bar, pero nadie supo informarnos. No les sonaba lo del Monasterio, pensaban que había un psiquiátrico; en fin, no estaba claro. En cualquier caso, algo pondría por allí… no tenían ni idea.
Extrañados, nos acercamos al conjunto de edificios. Un cartel señalaba los días y horas de visita. El problema es que era de varios años atrás. La puerta de acceso a la antigua granja cedió fácilmente al empujarla, y nos asomamos. El lugar parecía abandonado; las construcciones estaban abiertas y con derrumbes, no había un alma… Nuestras caras reflejaron la desolación del lugar.
Decidimos probar suerte con la Iglesia; en un papel fijado en la puerta, ponía: para visitas llamar al … “.
Vino el voluntario, que nos comentó que le resultaba más cómodo esperar en su casa; y que las recientes lluvias habían provocado la ruina de varias zonas del monasterio, por lo que era peligroso entrar…
–– Son 3,50 euros por persona, pero no son para mí– precisó. 

Nos miramos consternados; íbamos de sorpresa en sorpresa. Entregó un audífono a cada uno y nos franqueó el paso a la impresionante basílica:
–– …pasad vosotros, yo esperaré fuera.

A partir de aquí la iglesia, con sus obras de arte, sus tesoros y su magnífico claustro, quedó a nuestra entera disposición. En una dejadez evidente, en una medio penumbra, hicimos aquel recorrido único, extraordinario, precario…
Vacilábamos, entre la emoción o el asombro, recorriendo, solemnes y en silencio el conjunto monumental. Disfrutando de aquellas maravillas reservadas, ahora, para nosotros.
Cuando, a nuestro aire salimos, el voluntario nos estaba esperando; junto a una «paraeta», en la había preparado pequeños recuerdos: pegatinas, varias postales, algún librito, estampas, etc.
–– Es una selección que hago entre las tiendas del pueblo. No gano nada– precisó.

Por la noche, en Burgos, comentábamos, tomando unos vinos, la profunda impresión que nos dejó la visita. Marisa lo dijo claramente:
–– ¿Cómo puede estar semejante patrimonio, así desatendido, sin medios, y expuesto a merced de cualquier desaprensivo?
Lo que nos sirvió a todos para hacer una reflexión sobre la decadencia de Castilla, y de España.