31.03.2017
Históricamente, la sociedad civil ha tenido en España, escaso protagonismo. Surgida a partir de la prolongada y disputada reconquista, el sistema estamental la mantuvo ninguneada entre la milicia, la Iglesia o la nobleza. La larga noche de decadencia (siglos XVII y XVIII y parte del XIX) supuso un prolongado sopor, no exento de sobresaltos.
El estado autonómico abrió paso a la esperanza. La estabilidad del período franquista, la modernización de la Administración -en una cohesionada sociedad de clases medias– no eran suficientes. Se reclamaban libertades políticas y democracia, y con la voluntad de superar déficits históricos.
Las autonomías, por lo general, se desplegaron con una aparatosa puesta en escena, con abundante dinero y mucha visualización -primero- de sus señas de identidad, y -con el paso del tiempo- de «lo propio«.
Y su élite política -primer empleador- padece de obesidad mórbida. Además de liderar el control de la economía, la clase política se ha apropiado de la liturgia social; recuperando la función que tuvo La Iglesia desde la Edad Media, el monopolio educativo y el adoctrinamiento.
Su franquicia, La Administración, se hace omnipresente en el paisaje urbano, con la re- significación, a usos representativos o administrativos, del inventario arquitectónico.
En lugar mirar hacia el futuro, el estado autonómico nos pone a mirar -con el ojo tuerto- al pasado. Instrumentalizando la fijación al territorio, de tiempos de los Austrias.
Vista la situación actual, con los interminables frentes territoriales abiertos, y sin visos de encauzamiento; el diseño actual Estado Autonómico, realmente ¿para qué nos sirve?
Aparte de mantenernos, los grupos políticos, en un estado contínuo de desasosiego; los gobiernos, navegando bien en la inestabilidad, se van acercando peligrosamente a la demagogia y a la tiranía social.
Se trata de un Estado desequilibrado. Las diferencias en peso económico y demográfico, que son muy grandes entre autonomías, se compensaron igualándolas en poder político (café para todos). Una ficción, una fantasía, con costes externos imprevistos. Y sin un control efectivo por el Congreso o el Senado.
El resultado es un fracaso. El modelo funcionó mientras se tiraba de chequera (política o dineraria). Como cuando los Austrias, todo iba bien mientras llegasen barcos con plata.
Con la crisis de 2008 (y cambio de agujas en la economía) se produce la paradoja del descenso de la renta per cápita (y del PIB) de la periferia litoral respecto a zonas del interior despobladas. Sonaron todas las alarmas y los grupos políticos y económicos afines al independentismo catalán se movilizaron en el asalto al Estado.
Dos circunstancias afectan negativamente a la capacidad de éste para reaccionar o recomponer una crisis de semejante magnitud.
El modelo de Estado, nacido de la Constitución, por una parte, deja al parlamento fuera del control político efectivo. Y por otra, con la fórmula del «café para todos» se ahuyentó la posibilidad de creación de una cámara territorial (Senado) que encauzase las diferencias territoriales.
Pero, a un nivel más hondo, la decadencia demográfica y económica de Castilla da pie a que los afines al separatismo catalán planteen la superación del conflicto al margen de la cultura histórica española. La caprichosa articulación autonómica, junto con la carencia de pulso del interior español, agravan la fragilidad de la situación.
31.03.17
El territorio
Una breve escapada por Castilla es la ocasión para reflexionar sobre lo que venimos llamando España.
El 60% de su superficie tiene una densidad de población cercana a los 3 habitantes por km2.
Con 2.399.548 (2019) habitantes la población de Castilla y León representa el 5,43 % de la de España, pese a que su vasto territorio abarca casi una quinta parte de la superficie total.
Sus ciudades, van perdiendo habitantes:
La despoblación no es un problema exclusivo de Castilla, Aragón, o Extremadura. Afecta, de forma desigual, a todo el territorio español conforme nos alejamos de la costa 30 o 40 kms. Cataluña, País Vasco o Comunidad Valenciana, no son excepciones.
Por lo tanto, encontramos dos perfiles muy descompensados:
la franja litoral y Madrid; con niveles parejos de población, y con un tejido social y económico razonablemente denso y continuo.
y el resto; con escasa población y envejecida: y con zonas abandonadas. Con un tejido social y económico discontínuo, de escasa densidad, o muy gentrificado.
Esto no significa que en la España vacía se produzcan carencias significativas, respecto a las más dinámicas.
Sus habitantes acceden a la información y a los recursos sociales, públicos y privados.
Encontraremos los mismos productos y servicios, por lo que, debido a la alta movilidad y a las buenas comunicaciones, la población joven se desplaza a sus lugares de trabajo o de estudio; y los viejos al llegar el invierno se marchan al litoral, con los hijos.
Pero las diferencias son reales. Las escasas expectativas de trabajo, la dependencia respecto a centros económicos ajenos, la limitada diversidad social, o la falta de oportunidades, están ahí. Sin perjuicio de que si los visitamos en las Fiestas Mayores, o en sus Ferias, los encontremos encantadores y llenos de vida.
03.08.2021
El patrimonio histórico y Castilla
03.08.2021
Varias escapadas por Castilla, siempre deseadas, dejan algún poso de inquietud.
Contrastar su pasado histórico -su gran pujanza económica en la Edad Media y, más tarde, política-, con la decadencia actual, produce estupor.
Hemos comprobado que gran parte de sus habitantes viven de espaldas a ese pasado o desconocen su patrimonio. Ya comenté (ver aquí) que cuando estuvimos en Oña para visitar el extraordinario conjunto de la Iglesia – Granja de San Salvador, en la fonda del pueblo no tenían más que una vaga referencia de su existencia. No acababan de identificarla. Por supuesto ninguno de los presentes había visitado la exposición, en el pueblo, de «Las edades del Hombre», e ignoraban que en la antigua Granja ya no estaba el manicomio.
Parecido, en la visita a la ermita de Sta. Clotilde, en Burgos, en donde el cantinero- guía nos confesó que «él pasaba de todo aquello».
Evidentemente, les preocupan cuestiones más prosaicas, como encontrar trabajo como sea. O la continuidad de sus pequeños comercios. Y también que, gran parte del esfuerzo autonómico se dirige a «construir una imagen» territorial, que es artificial, no compartida su necesidad por la población.
Informando en la Oficina de Turismo de Sigüenza sobre la Ruta del Románico, ¡se detenían en el límite provincial! Haciéndoles ver que en la época no existía la división administrativa, no respondían.
Visitamos dos Catedrales extraordinarias: Burgos y Palencia, gestionadas cada una a su aire. Igual que en los siglos XVIII y XIX, pero con tecnología digital. Deduzco que las visitas con guía -autónomos licenciados en Arte- no son rentables para los Cabildos pues no están disponibles (al igual que en la de León). En Burgos tuvimos que contentarnos con el «audífono«. Y en Palencia, al final, conseguimos un guía.
Por contra El Monasterio de Las Huelgas en Burgos, pertenece al Patrimonio Nacional y lo enseña una guía oficial del Ente. La percepción de la grandiosidad, y de su evolución en el tiempo, del Real Sitio -y eso, que mantiene su actividad como convento de clausura desde su creación en 1.189- es incomparable.
No es asumible que el tremendo patrimonio artístico e histórico español no esté tutelado por el Estado.