17.03.2016
Escapada por Castilla – León huyendo del ambiente de Valencia en Fallas. La intención es visitar con detalle la Catedral y hacer una excursión a Bragança para comer en O Solar Bragançano.
Nos alejamos de Valencia, ciudad congestionada, sucia y con omnipresente olor a aceite refrito.
Todo previsto. Viaje en tren directo a León. El coche esperándonos en la estación. Comida en Cuevas de Valdevimbre para continuar la ruta hasta alojarnos en el Parador de Benavente.
La lluvia y la fría mañana hacen que adelantemos la entrada en O Solar Bragançano. Pasamos horas muy agradables, comiendo estupendamente y muy bien atendidos. El precio nada caro. Prácticamente nos agasajan. El marido de la dueña nos da a probar licores de la zona. Luego nos presenta al alcalde de Bragança que come con su equipo. A más, nos presenta tambien a la Secretaria de Estado de Cultura. Sensaciones agradables.
Bajamos a Arévalo, Olmedo, Medina del Campo y Tordesillas. Sensaciones contradictorias. Medina población histórica, con carácter, transmite dinamismo. Sorprende un lugar de catas de quesos, Quesería de Juan, llevado inteligentemente. Gente joven, abierta y curiosa. Tienen también quesos de Almedíjar (Sierra de Espadán).
Arévalo y Olmedo son deprimentes. Quizás otro día resulten mejor. El caso es que no salen bien paradas de su pasado esplendor. Han urbanizado mal y aparentan muertas. Mucho casón histórico semiabandonado junto a viviendas mediocres.
Buscamos tomar un café en Olmedo. No hay un alma. Al final entramos en un antiguo palacio reconvertido en Hostal para fines de semana. Nada que ver con un chateau – relais.
– tienen café?
-no. Dice la camarera.
-si. Dice el dueño, aburrido junto a la chimenea y con ganas de hablar.
-vale, pero de manga. Replica la mulata que tiene prisa en recoger.
el dueño nos orienta. Es gallego pero donde tiene sus amigos es en Madrid. En el palacete, nos cuenta, se casaron Gonzalo de Borbón y Danpierre y Mercedes Lícer.
Tordesillas tiene un patrimonio monumental desproporcionado y muchas casas están cerradas o abandonadas.
Con todo encontramos sitios aceptables para ir de vinos.
Visitamos la Catedral de León con una guía. Recia y bien documentada. Cuando le pregunto por la integración de la Catedral en el conjunto de la ciudad se produce una pequeña confusión. Yo planteo mi impresión de que la catedral y el resto del patrimonio religioso, como San Isidoro, se gestionan por el Cabildo de espaldas a la ciudad y con acento meramente comercial.
La guía nos dice, desde su pequeño megáfono, que el Cabildo y la Junta van cada uno por su lado. Y por supuesto sin contar con la ciudad.
Pero acto seguido deriva la cuestión a su problema corporativo, El problema de los guías turísticos que son trabajadores autónomos y no son tenidos en cuenta por el obispo Julián.
En ese momento una leonesa que pasa por la calle interviene en la conversación del grupo catedralicio. Se llama Juliana, Es guapa, nos dice (y no miente) y según ella al obispo Julián se le han subido mucho los humos. No la saluda desde que lo ascendieron. Ella es muy trabajadora (todo León sabe lo bien que cose) y tras una vida de trabajo ahora es solidaria y tiene en casa dos refugiados.
El grupo escucha y se posiciona con rapidez como si estuviéramos en el plató de Al Rojo Vivo.
Uno de los presentes comenta que el obispo no paga hipoteca de su vivienda. Asienten algunos. Juliana, satisfecha, nos despide: SHALOM!
Al final, un valenciano que me ha tomado por agente de Antón García Ferreras, se acerca y me dice con complicidad: Adéu, que et vagi bé!, con un vigoroso apretón de manos.
Nos alojamos en el Hostal Orejas, tranquilo y familiar. En la guerra civil fue cuartel general de la Legión Cóndor.
Volvemos a Valencia satisfechos y cómodos en el tren.