LA ECONOMIA EN LA EDAD MEDIA
Remontándonos hasta la edad media, vemos que, a pesar de las diferencias entre los reinos, el orden medieval imponía por igual la subordinación al rey y a la nobleza (en el régimen de tenencia de la tierra o en la actividad productiva), junto al marcado carácter estamental de la organización social.
Las cuestiones económicas no tendrán fácil representación, no más allá de alguna analogía bíblica. En un contexto de aislamiento, incertidumbre e inseguridad, predominará una economía monótona, de autoconsumo y trueque; enfocada a asegurar la subsistencia. Agricultura y ganadería de secano; el cereal y la lana, fáciles de obtener, conservar y transportar.
Las grandes extensiones mesetarias -procedimientos de cultivo elementales, accesos complicados, alejadas de los lugares de consumo- contando con una población vinculada, demostrarán su eficacia, alcanzando su óptimo. El intercambio de excedentes permitirá la acumulación sostenida.
Las tierras retiradas del interior proporcionando más seguridad que las del litoral. Y el clima frío y seco, además de contener mejor las enfermedades, alargaba la conservación de los alimentos.
Los campesinos trabajan las tierras más fértiles, las del señor. Transformando las parcelas improductivas o inaccesibles (rendimientos marginales decrecientes) para su autoconsumo. La alteración en los elementos de este equilibrio supondrá una pérdida para el conjunto.
El resultado, que aún es perceptible en el interior español, es una impresionante transformación del paisaje. El aprovechamiento del terreno y de los recursos es máximo, salvando los desniveles mediante el abancalamiento de las laderas montañosas y laborando todos los rincones.
Por todo ello, corresponderá al interior peninsular una prolongada bonanza. Y aquí Castilla alcanzará su apogeo, como potencia económica, militar y política.
A partir del s. XV este escenario perderá fuerza. Se diversificará la demanda de bienes de consumo así como la combinación de los procesos productivos. Al abrirse el comercio por vias marítimas y terrestres, el cereal castellano lo tendrá difícil para competir con el foráneo. El suministro por mar se hizo más accesible que por mulas a través de montañas.
EL COMPLICADO REEMPLAZO DEL MODELO MEDIEVAL
A finales del s. XV en el occidente europeo hacía tiempo que se iban abriendo paso nuevas formas de acumulación de riqueza, gestionadas por individuos ajenos al orden estamental.
Conforme se consolidan los estados nación -con el auge de las ciudades y aparición de la Corte- las notas que definen el modo feudal (resistencia, aislamiento, microterritorios… ) van siendo desplazadas por otras, más articuladas y flexibles.
En España destacan tres elementos en el fracaso en el cambio a un capitalismo emergente y a una mayor presencia de la sociedad civil.
1.- LA IRREEMPLAZABILIDAD DEL MODO PRODUCTIVO MEDIEVAL EN EL INTERIOR ESPAÑOL
A partir del s. XV el modelo productivo de Castilla (y tierras altas de Aragón), que da señales de agotamiento por la aparición de excedentes de otros países, no encontrará sustitutivo.
A diferencia con Francia o Inglaterra, aquí, la geografía impondrá severas limitaciones. No surgirán alternativas, no aparecerá una clase reclamando protagonismo. Los señores, empobrecidos, no se verán desplazados. Mantendrán su poder institucional en territorios venidos a menos (y que retienen su población y sus particularismos). Y los más poderosos ni se enterarán.
Tardíamente, aparecerá una élite intelectual, los ilustrados; sin respaldo social.
2.- 1492. LA EXPANSIÓN EN EL CONTINENTE AMERICANO.
La epopeya americana y el Imperio, a la vez de proyectar universalmente a Castilla, y a España; la privarán de una perspectiva homogénea, inmersas en esa dinámica excéntrica y costosa.
3.- 1609. LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS.
Después del largo declive de la meseta central castellana (iniciado en el s. XVI) seguirá la ruina de las tierras de la vertiente interior mediterránea y del bajo Aragón (s. XVII).
La expulsión de los moriscos romperá el equilibrio población –territorio de los señoríos mediterráneos, con el subsiguiente abandono o desertificación parcial de las zonas interiores.
El condicionante geográfico (desertificación, aridez, despoblación) se hará notar con toda su crudeza. Se activarán patrones de supervivencia y resistencia.
La ruina no será total y habrá una reasignación de recursos. La menguante población que continúe ocupará las tierras más favorables, dejando abandonadas el resto.
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UNA HISTORIA DE DECADENCIA
Los Habsburgo descuidaron la política interior, en favor de la expansión y mantenimiento del Imperio.
Quedando el centro empobrecido, la periferia, adquirirá relevancia económica y social, pero no política.
El Estado se desplegará a partir de su capital, Madrid. El peso político -y la expresión de su vigorosa cultura– irradiará principalmente de Castilla, que conserva su boato.
Si añadimos los numerosos señoríos, aislados y empobrecidos, del interior, manteniendo su poder institucional en microterritorios sin vertebrar; la nobleza y la burocracia, asentadas en las ciudades; y el despliegue de la Iglesia por zonas rurales y urbanas; obtendremos un expresivo esbozo de la época.
Con el tiempo, se ensanchará la brecha entre la España seca y la húmeda (con población y economía crecientes). La población del interior permanecerá (establilizada a la baja), y no será hasta el siglo XX en que empiecen las fuertes migraciones hacia la periferia.
Comienza un largo período de decadencia. El de las tierras y de la sociedad españolas de los siglos XVII, XVIII y XIX.
LOS BORBONES (s. XVIII)
Los borbones llegan en 1701 en el escenario de decadencia descrito.
Fueros medievales, diferecias normativas, fielatos, abandono de los caminos, maraña fiscal, disparidad de pesos y medidas… la renovación dinástica traía la voluntad de acabar con la proliferación de miniterritorios, buscando su unificación, a la manera de Francia, para favorecer el comercio.
Pero la rigidez de las condiciones geográficas y económicas hará que gran parte del territorio permanezca ajeno a los cambios.