Saint Guignefort

20.02.2022 – 16

–– Evidente; –dice mi compañero de asiento– captamos todo cuanto sucede a nuestro alrededor. Pero, por lo visto, su sensibilidad está exacerbada. De ser así, tiene ud. una personalidad anticipatoria, lo cual en ocasiones puede resultarle, a ud., y a los que le rodean, angustiante.

El lujoso vagón del Al- Ándalus se desplaza elegante sobre mares de olivos, en el skyline de la sierra de Grazalema.

–– fíjese –le respondo– en la llamativa adolescente ahí delante, mimando, solícita, a su lebrel; al que llama fervorosamente “Sanguín”. Y en el severo personaje que le acompaña, que atiende por monsieur Mordred
¿Una casualidad dice Ud? Intuyo la tragedia, amigo mío, la anticipo desde que iniciamos el viaje. Para mí, el perrito no es otro que Saint Guignefort un can que fue elevado a los altares en la Edad Media, y que cuenta con numerosos devotos en la vecina Francia. La chica es una novicia de la secta, al servicio del Santo.

Y es más -añado- recibe las instrucciones de Mordred. ¿Acaso Mordred no es si no el eterno enemigo de Arturo y de los “chevalliers de la Table Ronde”, que custodiando el Santo Grial de la última cena, dedican su vida a luchar contra el Mal
Masco, huelo, presiento, la catástrofe anunciada.

–– cierto, ¡una observación muy aguda! –comenta mi acompañante–, y de ser así, ¡no tardaremos en ver aparecer en el vagón a algún caballero del Rey Arturo con escudo y armadura!

Con escudo y armadura no, pero antes de terminar la frase, por el pasillo irrumpieron dos atléticos y bien trajeados pasajeros. El mayor le indica, imperativo, al joven de generosa melena:

–– Lancelot, ocupe la mesa disponible junto al animal.— Y ante las evidentes muestras de repulsa por parte de nuestra novicia y de Mordred, se acomodan, junto con un maletín que llevan.

Mi interlocutor no podía contener su asombro, mientras yo seguía la escena excitado.

Todo sucedió muy aprisa. Sanguín empezó a ladrar rabioso, exhibiendo los colmillos ante -presumimos- el maletín que custodiaba El Grial; y sin parar de dar vueltas y de rascar con las patas traseras. Un gato se escapó de la cesta que llevaba una pasajera y se encaró furioso ante el santo y -entre bufidos- lo arañó con saña. Se enfrascaron en una trifulca, desapareciendo los dos por el pasillo, con una escandalera. La atractiva novicia y Mordred, salieron entre empujones, al rescate del sagrado perro… 
Aliviado, el vagón restaurante quedó sumido en un silencio brutal.

Mi interlocutor, da un suspiro y comenta satisfecho:

–– verdaderamente, mi querido amigo, me deja Ud. sin palabras…


Canción Española

13.11.2021 – 11

cinta negra, pelo negroo…

como el de aquella morena

que con achares y ceelos

dejó sin sangre mis venaas…

Sombrero, hay mi sombrerooo

Cómo me mola la tía, de verdad. Cuando patrullamos se pone a cantar a su aire; es una pasada. Pero no quiero que se me note: ella es mi jefa, y yo el conductor del zeta.

Seguro que se ha dado cuenta de mis pelos de la nuca, erizados, o con el cuello todo colorao. No lo puedo disimular.

No te puedo querer, apártate de mi pensamientoo…

La tía canta por lo bajini y yo me derrito. Remarca con un movimiento de mano cada estrofa, alargándose como en un suspiro. Me flipa, te lo prometo.

Que mala suerte la mía

Haber tropezao contiigo…

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Notaba que le gustaba, por el rubor. O porque se ensimismaba al ponerme a cantar. Porque, yo cuando patrullo canto, ¿sabe?. Me gusta. Y canto bonito; eso sí, muy quedito, apenas se me oye. Pero me hice la loca. Al fin y al cabo; yo era la cabo y él un chaval. No me iba a complicar la vida.

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Paramos a hacer un 403 sin complicaciones; un ruso que ha resbalado en la calle. Hablo con él y le busco un taxi. La cabo me mira. Cuando subimos al coche me dice con voz ronca que lleve el zeta a la pérgola del parque; que no sabía que hablases ruso, chaval -me aborda, inquieta-.

-– bueno, mi mamá vino de Rusia, con los niños de Moscú, -casi me disculpo-; parece insegura y le tiembla el labio.
–- Anda, tradúceme las coplas, ¿vale? -me pide-; –- ¿cómo?, -le pregunto, extrañado-; -– ¡en ruso¡, -me contesta cortante-, ¡que voy toda mojada, cabrón!

Me mira risueña, y se pone a cantar y a acariciarme los pelillos de la nuca:

      tengo que hacer un rosario, con las cuentas de marfil, para que pueda besarlo, cuando esté lejos de ti…

Yo le replico desde el borde del abismo:

Я должен сделать чётки, с зубами из слоновой кости, Чтобы иметь возможность целовать его, Когда я вдали от тебя…

Y los dos nos resbalamos por él.

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Fundidos en un abrazo, el monovolumen es una coctelera. Tumbados en la trasera, con el aire acondicionado a tope, bajada la ventanilla para sacar la pierna… aquella carcasa ardía. Fue entonces cuando, todo excitado, el muchacho me espetó.

–– aprisa, pásame tu táser…

Se la pasé –yo ya estaba con espasmos- y él la reguló al mínimo.

–– ponme los electrodos en la nuca y dispara.

Estalló, y caímos estremecidos entre convulsiones.

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Lo hicimos así en nuestros encuentros. Él se enervaba, se volvía loco y me volvía loca a mí. No he conocido un amor igual…

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Aquella vez NO fue como las otras.

Convulsos, bañados en sudor, el chaval respondía dentro de mi cuerpo a las coplas. Yo bramaba enloquecida pero el condenado seguía y seguía… tenso como un arco. Con el deseo intacto, excitado, arrogante, me sentía provocada; o así me pareció. Me revolví, saqué la táser de la funda y le disparé en la nuca.

Pero no era la táser, era la Beretta.

–– ¿entonces?, –preguntó el comisario– ¿cómo llegó la Beretta ahí?


McAitana

16.09.2021 – 9

En casa, con nosotras y mi mamá; y en el trabajo, en la calle Mayor con Don Cosme (el farmacéutico) y con Otero (Embutidos y Legumbres El Berciano, de la plaza San Martín); mi papá (Novedades Vallelargo), hablaba de Aitana.

– la chica está mal asesorada. Vale más que Rosalía, pero ahora, con el anuncio de McDonals la han engañado.

Don Cosme y Otero le escuchaban en silencio. El haberse dedicado a vender trajes de primera comunión (ahora, fiestas de 15 años), le otorgaba una autoridad indiscutible en temas juveniles. ¡Y no digamos nada de cuando vendía trajes para novias!

(dicen, que es una mentirosa, malvada y peligroosaaa, que laa detengan…)

– Pues eso, vende el amor de sus fans como una fur-zia -y resaltaba lo de, fur-zia-. Yo tengo, creo y considero, capacidad personal suficiente para opinar que ha hundido su carrera. 
Pero eso no quita, para que sentencie ante Uds, que esa campaña que tiene tan poca gracia, no tenga mejor solución y remedio. ¡Desdichada!

Total, que cuando cerraba la tienda, continuaba así en la casa. Nosotras comprendíamos a nuestro papá, pero preferíamos a Rosalía, sin decírselo. Su último, Linda, arrasaba en básica.

Y mi mamá era quien templaba, en silencio, los ánimos.

– ¡Ay, si Aitana tuviese un buen manager!, y se trabajase, como Rosalía, el mercado latino. ¡Y en españoool! -continuaba enfático mi papá-.

– ¿véis cómo caga más un buey que 100 golondrinos, eh? ¡prepárense, peladillas y pelargones, ja, ja, ja….!

Mi mamá lo miraba callada, mientras nos ponía la comida. El negocio no tiraba en los últimos años pero tampoco era grave, la vida no era cara en aquella ciudad castellana. Pienso que la preocupación de mi papá y de mi mamá estaba en nosotras, en nuestro futuro.

Pero a mí y a mi hermana, eso no nos importaba. Mañana empezaban las fiestas de San Severino y de madrugada nos recogía un blablacar que nos dejaría en Marsella. Queríamos shippear con unos chicos que conocíamos por IG. Luego, ya veríamos: era nuestra vida.


El Conformista

20.07.2021 – 7

Las olas se deshacían al alcanzar la orilla. Era por la tarde y la playa y el sol carecían de fuerza. Tampoco se veía a nadie. El conjunto -las hamacas tiradas en la arena, el balneario a contraluz, y los árboles, en el sendero hacia la carretera- tenía una sensación solemne y extraña. Por la soledad. Por el silencio. Por la absurda sensación de placidez.

Montado en el caballo pude distinguir el cenador acristalado que se adentraba en el mar, y en el que tanta veces había estado el año pasado con Julia. Era lo único que advertía de la destrucción: en las ventanas faltaban cristales, y el remate del pabellón estaba roto. Pero, desde la distancia no se notaba. Mandé parar.

Julia me proponía, en aquellas tardes de apariencia ordenada -que nos permitían disimular, delante de nuestros padres, noches extenuantes– dejar la fábrica de botones y montar juntos el despacho de abogados.

La mirada se le iluminaba mientras nuestras manos jugaban. El sudor y la excitación dejaban en su piel un brillo de deseo.

– y en Turín, y en Milán, están abriendo empresas nuevas, con cosas modernas… ¡automóviles! Buscan como locos a abogados jóvenes. Podemos montar el despacho; tendrá éxito. Y te dedicarás a lo que te apasiona; en lugar de quedarte a la sombra de tu padre, en un negocio que está muerto.

– …¿qué me dices… ? –me preguntaba, mirándome expectante a los ojos, con la respiración entrecortada…

Antes de ordenar bajar de los caballos, envié a dos hombres a inspeccionar el edificio. Podía acercarme al pueblo y averiguar a dónde se había marchado. Me aflojé la guerrera:

– dejar los caballos con agua y pienso y luego buscar en el balneario dónde acomodaros. Seguro que os va a gustar. Me encontraréis en el cenador, aquel, el de la orilla. Hoy no saldré.


Boda Gitana

14.07.2021 -6

Un matrimonio de edad madura, arreglados para fiesta, sale de una popular sala de banquetes. Atravesando un descampado, se abren paso entre los coches aparcados de cualquier manera. Conversan acalorados, caminando con dificultad en la grava.

– Buff!, menos mal que ha parado. Vamos a ducharnos, y a la noche más. El mercedes lo he dejado que no se vea.

– has hecho muy bien, Mariano, por una vez te doy la razón. Igual se lo llevaban.

– ¡mira!, tu hermano lo ha dejado como tú, escondido. ¡Qué bochorno!

– tú y tu manía de que tu hijo se tratase con todos. Pues mira dónde hemos acabado, ¡casándose con la gitana!

– por lo menos son gente trabajadora, Carolina. Saray es buena chica. Y le sacó de la droga a Luis.

– Mariano, ¿cómo puedes decir eso? trabajadores sí, pero gentola. ¡Y qué trajes!, ¡y qué bailes!, ¡menudo ambiente!

– el capullo de mi hermano y sus hijos se van a quedar con la empresa, Carolina; lo veo. Ganarán posiciones con mi padre. Es brutal.

– no está todo perdido Mariano. Tengo encandilada a Saray. La convenceré para que de momento no se quede embarazada. Que vivan sus primero años despreocupados y felices. Mientras tanto, a ver si tenemos suerte y hay un divorcio…

– en eso, siempre has sido una bruja, Carolina. A ver.

– sé lo que me hago Mariano. Siempre has sido un inútil; si no hubiera sido por mí…

– por Dios, Carolina, no me machaques; que mañana tenemos la ceremonia con el pastor; y por la tarde lo del pañuelo…

– si, por Dios, “el yeli” !Qué primitivos!, ¡qué primitivos!…

– pues aún nos queda invitar a mi compadre, no podemos retrasarlo.

– de eso nada. Igual vine toda la tropa y nos roban la cubertería. Lo arreglaremos.

– pero ¿cómo?, Carolina, ¡cómo!

– lo tengo pensado, calzonazos. Los invitamos a la casa de la calle Cuarte. Ponemos unas cuantas fotos por las paredes y la vestimos. Quedamos allí, cuando Saray y Luis estén de viaje, y decimos que es nuestra casa. Y que venga a cenar toda la parentela.

– ¡Carolina!, ¡si no fuese por ti…!, no sabría…

– ¡Mariano, inútil! Tú déjame a mí los pantalones…y yo no diré nada de esas escapadas tan raras que haces.


El Número

14.06.2021

–– Algo se mueve… 

–– ¡Por allí!

–– ¿Cabo, qué es…?, aquella sombra…

–– ¡Es un hombre…!, caminando…

–– La va a liar…

–– Y ¡qué coño hace un paisano en el área de demolición!, ¿cómo ha llegado, el cabrón?–– explota el cabo.

Al alba nos encontramos frente al pico La Mezquita, sobre el barranco de Las Acicheras. Vamos a dinamitar un promontorio rocoso que impide la continuación del viaducto.

El topógrafo lo enfoca con el esteroscopio:

–– Un anciano…; paseando…; recoge hierbas…, y esas cosas…

–– ¡Eeehhee! ¡señooor!, ¡aléjeseee!

El cabo comenta que la zona lleva acordonada dos semanas, y los accesos cortados. Coge el megáfono y le grita. Pero el hombre sigue con sus saltitos; indiferente a las advertencias. 

Todos se miraron:

– ¡Es sordo! ¿y ahora qué?

La ladera está a un par de kilómetros, pero el barranco es insalvable.

–– Y… ¿no hay forma de avisarle?–– dice el ingeniero.

A lo lejos, el hombrecillo sigue entre las chumberas.

–– A ver, Murcia, venga p’acá–– manda el guardia civil al número.

–– Hazle disparos de advertencia al condenado, a ver si se entera…

Murcia era un guardia civil enjuto, austero, conciso en palabras. Desmontó, tranquilo, el máuser del hombro, miró al hombre, y dispuso el arma en posición de tiro.

El silencio era absoluto. Todos mirando alternativamente al guardia civil y a la figurita del paisano, en la montaña.

El topógrafo, amarrado al visor, va contando: …sigue bajando; da saltitos…; se acerca a una planta, se agacha a cogerla…; le salpica la mano un puñao de gravas; se para, no, mete la planta en el morral, y sigue…; otros guijarros le saltan…; se dirige a unas matas, arranca un trozo… uhff!…

…miró a su alrededor y continuó, tranquilo. Nubecillas de arena se le anticipaban. Descubrió, cerca, otra hermosa planta de manzanilla. Hacia allá fue; como guiado por surtidores de polvo. 

Era una planta frondosa. Al agacharse a recogerla la planta estalló. Retiró instintivamente la mano. Las piedras del siguiente disparo le salpicaron la cara…

El hombre se irguió vivamente. A continuación miró hacia los lados. Cuando volvió, lentamente, la vista hacia su planta destrozada, otra bala de Murcia levantó una polvareda… quedó rígido, con la cabeza tensada en dirección nuestra. A pesar del perceptible temblor de piernas, estaba bloqueado.

—————————

–– Y, al final, ¿qué pasó?, ¿se fue el hombre?–– le pregunté al número Murcia, sentados aquella tarde calurosa, a la puerta de la casa cuartel de Villanueva de Los Corralicos.

–– Nada, hubo que ir a por él. Las piernas no le obedecían.


El número Murcia. Sierra de Antequera, 1963

Sol Inmóvil

10.05.2021

El sol -inmóvil en lo alto- pegaba fuerte. Yo me había quedado adormilada, toda espatarrada sobre lo que ya dije, un trozo de madera que me hacía de hamaca.

Boca arriba, en aquella tabla, se estaba de puta madre. Era dulce la sensación que me subía desde el muslo hasta la barriga, mientras el sudor –¡caramba con el calor del desierto!– empapaba mi recalentado cuerpo.

En aquella carretera solitaria no pasaban coches, el día era genial, y yo me sentía feliz y afortunada: ¡muy feliz!

Con todo, algo no cuadraba. 

Uno: se acercaba un coche rojo a toda velocidad dando tumbos.

Lo otro me parecía más extraño. Un enorme lagarto moteado me miraba fijo, con sus grandes ojos quietos, mientras el hijoputa me clavaba sus dientes y metía algo caliente en mi cuerpo. Y si bien no era la apropiada –esa actitud tan violenta–, una irresistible sensación de bienestar -¿estaría siendo drogada?- me invadía…

……..

El Audi TT RS Roadster descapotable, rojo, avanza descontrolado por la 92. La luz del sol relumbra en sus llantas de aleación ligera de 19″ de 5 brazos de titanio. Pero su alerón trasero, RS con winglets, no parecía aportarle estabilidad: iba dando tumbos.

— Las manos quietas Armando, te dije que nada de nada hasta que le digás lo del divorcio a la flaca.

— Pibe, ¿qué hacé ese tablón ahí?

— Andáte con ojo, boludo…

— ¡Che! ¡cuidado con las manos!… y ¡con la madera! -añadió tarde.

Pero a pesar del volantazo de Armando el Audi pilló una esquina de la tabla, que saltó por los aires.

— ¡¡CHAFF!! –con estruendo una masa viscosa se esparció por el parabrís. La sangre y los mocos impedían ver nada.

— ¡Pará Armando, qué hacés!, ¡looco!… ¡cómo manejás! ¡menudo quilombo! ¡qué aasco!… –y se puso a vomitar sobre el salpicadero.

Restos del lagarto reventado, mezclados con los vómitos… desparramados por su Audi nuevo. Y en el aire se extendía un ácido olor a mierda… 

Armando frenó en seco con una fuerte derrapada. Incapaz de controlar sus esfínteres, confuso, con la mirada perdida, canturreaba una canción de su infancia…

– Armando jueputa me las piro; llamo para que me vengan a recoger ¡huevón!

……..

…y nuestra rata, cayó entre los matorrales… Una vez recuperada del golpe, se olisqueó: le faltaba un trozo de cola y tenía dos desgarros sanguinolentos en el muslo… 

Sonrió -todavía le duraba la extraña sensación de placer-y, cojeando, se perdió entre la maleza.

DE PAYOS Y GITANOS. CUENTO MORAL

21.03.2018 – 6′

A los protagonistas de este cuento (tanto a Paco, como a Rafael y Helena) se les presenta una situación hasta ahora desconocida para ellos. Cuando más tarde se vuelva a repetir sabrán cómo proceder.

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