2 DE CÓMO SE ORGANIZÓ LA REPÚBLICA
LOS INTENTOS DE DEFENDERSE (SIN ÉXITO) DE SUS FANTASMAS
Desde su inicio la distribución y organización de los poderes del Estado (constitución, ley electoral, estatuto de las cortes), reflejó el recelo existente entre el presidente (con poderes constitucionales superiores al monarca depuesto) y los partidos políticos. Y se materializó en una confrontación que terminará en la disolución de las cortes por don Nice, en diciembre de 1935. Meses más tarde, en abril, será él destituido a su vez por las nuevas cortes.
Para el franquismo, la República estuvo sometida a la masonería. Por contra la «nueva» república en donde se mira es en los castizos y sesteantes casinos españoles de capital de provincia en los que cohabitan el vocerío campechano y rancios agravios. Es en estos casinos en donde se pone de Presidente al opositor de judicatura -o a un abogado de prestigio- para que se emplee en darles fuste y así los socios se dedican a jugar a las cartas o al dòmino.
La República se magina, se ensueña, se cuece, en las tertulias de los casinos, y de ese alma nacerá su ser.
El paso por la Presidencia de la República de Don Niceto Alcalá Zamora, como a continuación Don Manuel Azaña, se ajusta significativamente al perfil anterior. Se les asigna la más alta responsabilidad de Estado pero son tolerados en tanto no se salgan del florero. No en vano el segundo ocupó la Presidencia del Ateneo de Madrid.
Los constituyentes saben de los peligros que esconden los movimientos sociales, máxime cuando ya no está el paraguas de la monarquía. Para ello disponen de tal forma que el presidente sea el árbitro que impida a sus señorías enredarse en batallas políticas.
Se le dota de potestades superiores a las del borbón depuesto: capacidad para disolver las cortes y convocar elecciones; nombrar jefe del gobierno consultados los partidos (según la constitución, el presidente del consejo de ministros necesitaba la doble confianza, la del presidente de la república y la de las cortes); presidir los consejos de ministros y refrendar, o no, las leyes.
El presidente de la república podía imponer algo más que la música: podía buscar mayorías en los resultados electorales, y forzar la composición del gobierno.
Esto conllevó desde el primer momento la inquina de la misma clase política que lo nombró, dando lugar a las subsiguientes dinámicas inversas para neutralizarlo o desmontar sus maniobras. Supuso un borboteo incesante de conciliábulos y acuerdos bajo manga. Y lo mejor, que hasta el propio presidente participaba en ellos.
Las precauciones derivadas de esos temores fracasaron en tanto que no se generó una dinámica jurídica que los encauzase.
En su lugar se optó por aparentar unidad.
Y facultar al presidente para que interfiriera la labor de los gobiernos fue un tremendo error. A los pocos meses estaban todos hartos de D. Niceto. Todos, a derecha e izquierda, hasta que en abril de 1936 lo echan educadamente.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS
1. La izquierda obrera es ambigua respecto al ordenamiento jurídico (mantiene un rico imaginario colectivo y sus espacios simbolicos propios).
La integran diversidad de grupos y organizaciones. En el mismo PSOE nos encontramos con sectores dispuestos a acatar la legalidad y otros que no tanto. Socialdemócratas, sindicalistas o próximos al comunismo. Besteiro, Prieto, Largo Caballero…
También están los sindicatos anarquistas (FAI, CNT; Ángel Pestaña, Ascaso, Montseny…) y las emergentes organizaciones comunistas (Díaz, Ibarruri…). Se inclinan a favor de posiciones revolucionarias o se abstienen tácticamente.
2. Partidos políticos republicanos de izquiera. Se trata de plataformas políticas o partidos, de carácter cívico. Tuvieron peso hasta mayo de 1936. No siendo de clase, exhibieron músculo social y mediático, gobernando mediante alianzas. Actuaron como elemento aglutinador o legitimador. Hubo muchas puertas giratorias y fueron la salsa de todos los guisos. Azaña, Casares Quiroga, Martínez Barrio. Unión Republicana, Izquierda Republicana…
Es en los dos grupos anteriores donde encontramos los políticos más relevantes, agrupando a las corrientes de opinión y los debates más intensos. Y se produjeron escenarios imprevistos en función de sus múltiples combinaciones.
3. En el centro y el centro derecha encontramos numerosos partidos republicanos, muchos de implantación local. Al igual que el grupo anterior, hasta la llegada del Frente Popular (enero 1936) dieron mucho juego político, articulando múltiples combinaciones.
Sus líderes son, por lo general pasteleros y de perfil bajo (Lerroux, Samper, Chapaprieta, Melquíades Álvarez, Portela Valladares, Blasco- Ibáñez… ). El más representativo fue el centrista Lerroux (Partido Republicano Radical).
Hubo mucha movilidad de siglas y militantes. Según las circunstancias se integraban con candidaturas de uno u otro signo buscando reforzar o debilitar una determinada opción. Su influencia, sus cohabitaciones, dieron lugar a cortos episodios de <<placidez republicana>>.
La corrupción y los escándalos (como siempre) los desacreditan. A causa de esos escándalos (diciembre 1935) se produjo su expulsión de la escena pública.
4. La derecha política la integran, con una base social y electoral amplia, la CEDA (católicos), los monárquicos Partido Agrario y Renovación Española (Calvo Sotelo). Salvo excepciones, no gobernaron, limitándose a respaldar la gobernación.
Falange Española (José Antonio Primo de Rivera) tuvo un papel minoritario pero disruptor.
LA TRANSVERSALIDAD
La movilidad, el desfile continuo de figuras políticas entre grupos y partidos más o menos afines fue constante.
La ley electoral, la formación de mayorías y la certidumbre de por dónde saldría Don Niceto dio lugar a numerosas conversaciones y tanteos previos para alcanzar acuerdos y cerrar las listas conjuntas entre partidos –diferentes según provincia y vuelta– que a su vez se modificaban conforme se iban conociendo las posiciones del resto.
Las consultas se hacían entre afines pero, como se ha visto, no había una delimitación, ni programática ni territorial, precisa. También se sondeaba -si no directamente, a través de conocidos- formaciones distantes.
Y también al presidente, para saber su disposición hacia las posibles combinaciones (no tenía sentido empeñarse en fórmulas que se estrellasen en el rechazo de don Nice).
Las transacciones era habituales durante el escrutinio de los votos (el control correspondía a la Diputación de Las Cortes, no a los jueces como actualmente), como ajuste final en el complicado proceso electoral. De todo ello se ponía en antecedentes al presidente.
Y es que lo bizarro y el mestizaje fueron constantes. Figuras monárquicas que se hacían republicanas (el propio Don Niceto); el emperador del Paralelo (Lerroux), el Lenin español (Largo Caballero), Pasionaria, El Campesino… la república estuvo poblada por personajes salidos del casticismo español del s. XIX.
La amistad personal o un trato social intenso no era infrecuente entre adversarios. Recordemos los contactos entre Prieto y Gil Robles y la relación entre José Antonio con García Lorca, Unamuno, Prieto o Ángel Pestaña…
Pero en 1936, el ostracismo, la persecución o la violencia se emplearán contra los unos y los otros.
La II República es una etapa muy compleja, como los períodos que se inician con la Restauración canovista o con la Constitución del 78.
A diferencia de las sociedades anglosajonas, la política (y los políticos) siempre por detrás de la sociedad.
Un saludo.
Un punto de vista de la historia moderna muy interesante. Ya sabemos que la Historia, como la Verdad, tiene muchos ángulos. El que da vida el autor, es muy sugestivo.